En la frontera entre México y Estados Unidos, los rumores tienen una manera particular de tomar vuelo y enraizarse en el imaginario colectivo. Uno de los más persistentes es el de una supuesta ciudad futurista que se construiría en el lado mexicano, colindante con Tornillo, Texas. Este enclave pequeño, ubicado a solo unos kilómetros al este de El Paso, se imaginaba como una utopía urbana: una ciudad modelo que resolvería los problemas de infraestructura, seguridad y desarrollo que aquejan a Ciudad Juárez. Aunque nunca pasó de ser un mito, esta idea ofrece una ventana para reflexionar sobre los retos reales que enfrenta Juárez y cómo imaginamos soluciones para ellos.
La propuesta imaginada consistía en desarrollar una ciudad modelo en territorio mexicano, justo en la región colindante con Tornillo, Texas. Este proyecto pretendía aprovechar la ubicación estratégica de la frontera para crear un nodo urbano moderno, con infraestructura de clase mundial, zonas residenciales y comerciales, y un enfoque en la sustentabilidad. Sin embargo, no existen registros oficiales de planes concretos, lo que lo convierte en un mito fascinante pero incierto.
Mientras esta «ciudad modelo» nunca se materializó, Ciudad Juárez enfrenta problemas tangibles. Con un crecimiento descontrolado de la mancha urbana, la ciudad ha expandido su territorio a 34,642 hectáreas en 2020, frente a las 14,049 hectáreas que ocupaba en 2009. Este crecimiento ha superado el ritmo de la población y ha dejado huecos en infraestructura, servicios y planeación urbana.
La inseguridad también sigue siendo un tema central. Aunque las cifras de homicidios han disminuido en los últimos años, Juárez continúa siendo una de las ciudades más violentas del mundo. Las causas estructurales, como la desigualdad social y la falta de oportunidades económicas, persisten. ¿Cómo podría una «nueva ciudad» en la frontera resolver estos problemas si no abordamos primero las raíces del conflicto?
La idea de empezar desde cero es tentadora. Muchos países han intentado crear ciudades modelo, desde Brasilia en Brasil hasta Songdo en Corea del Sur. Pero estos proyectos tienen su propia lista de fracasos: desconexión con las comunidades locales, altos costos de mantenimiento y, en algunos casos, abandono.
Juárez, con su rica historia y su papel clave como nodo comercial y cultural, no necesita ser reemplazada. Necesita ser reimaginada. Proyectos como la «Visión Juárez 2040» ofrecen un enfoque realista y esperanzador. Este plan incluye iniciativas como el Distrito Universitario y el Parque Ferrocarril, que buscan revitalizar la ciudad desde adentro y no desde un mito externo.
La transformación de Juárez no puede venir solo de gobiernos o magnates con sueños de grandeza. Debe venir de sus habitantes. Un informe reciente muestra que el 69.2% de los juarenses siente un fuerte sentido de conexión con su entorno inmediato, como colonias o fraccionamientos. Esta conexión debe ser aprovechada para empoderar a las comunidades y convertirlas en agentes de cambio.
Colectivos ciudadanos y organizaciones como Plan Juárez ya están liderando esfuerzos para priorizar la sostenibilidad y la equidad en la planeación urbana. Sin embargo, estos esfuerzos necesitan un compromiso más amplio de las autoridades locales y el sector privado para cerrar la brecha entre la visión y la realidad.
El mito de una «nueva ciudad» colindante con Tornillo, Texas, es, en el fondo, un espejo de nuestras aspiraciones y temores. Queremos una ciudad mejor, pero a veces nos cuesta imaginar que esa transformación pueda venir de donde ya estamos. En lugar de mirar hacia afuera, es hora de invertir en soluciones internas.
Juárez tiene todo lo necesario para ser una ciudad modelo: una ubicación estratégica, una población resiliente y una rica cultura. Pero para alcanzar su potencial, necesita liderazgos comprometidos, una participación ciudadana activa y una visión compartida que ponga a sus habitantes en el centro del desarrollo. La «nueva ciudad» nunca será la respuesta; Juárez ya es la respuesta.